Por Edgardo Emmanuel Díaz Matínez
Este
libro expresa principalmente la relación entre el arte, el artista y su
respectiva espiritualidad. Habla en unas partes, especialmente de los artistas
y que sus obras se conectan con sus sentimientos y con su dimensión espiritual.
Sus obras son las que cobran vida propia
y comunican.
Se
utiliza la metáfora de un triángulo equilátero, mientras más se baja por él,
sus lados van tornándose en más gruesos, el lado agudo se dirige hacia arriba. En
todas las partes del triángulo se encuentran artistas de todo tipo.
El vértice más alto es un ser incomprendido
por los demás lados del triángulo, pero el futuro se encuentra en él, ya que
ahora es incomprendido y considerado un loco y tonto, los demás lados gruesos y
varios son los artistas ordinarios y comunes, siguiendo la tendencia en ese
momento a diferencia de los que se encuentran en la punta.
Pero
desde el punto más alto de la pirámide éstos obtienen una perspectiva que el
resto de los lados no tienen, y con el paso del tiempo éste punto alto se
convertirá en uno razonable y con sentido, guiando a los de las otras secciones,
a costo de sentir una inmensurable impotencia y tristeza de estar solo en sus
ideas. La gente junto a ellos no comprende su forma de ser.
Cuanto
más grande y baja sea la sección, más artistas con los mismos ideales se
encontrarán allí, pero todas las secciones tienen algo en común: la necesidad
de la espiritualidad.
Ésta
obra explica como toda obra de arte es irrepetible, si se copia tendrá una
sensación de vacía, sin el espíritu, el alma del autor. Lo espiritual es la
esencia del arte, lo que conecta el autor con su obra, lo materialista es un
vacío eterno. El alma del artista le permite calcular que colores y que formas
utilizar para dar el mensaje deseado con la mayor precisión posible.
Intenta establecer un movimiento de
vanguardia diciendo que solamente el arte viejo es material, en donde se
persiguen sentimientos característicos del hombre, el nuevo es espiritual, que
describe emociones sin nombre, de índole espiritual y es la mejor forma de
realizarlo.
Menciona
también los efectos del color en la sensación espiritual que puede causar la
apreciación de dicha obra de arte. Influyen inevitablemente en el estado
psicológico del espectador del arte. Se utiliza después la metáfora del piano,
la que explica de una forma excelente la forma y el grado en que el color
influye en la obra.
El
color es solamente un elemento que no sería nada sin la forma, que según dice
el libro actúa como delimitadora del color en la superficie de la obra. Ya que
el color debe de estar limitado para poder captar la espiritualidad de las
formas abstractas.
Finalmente
dice algo que es muy cierto, el artista no debe de dominar lo que está
representando en su obra de arte, sino que debe adecuarla al mensaje que dará.
Es
un libro muy bueno que permite comprender la relación del artista, su
espiritualidad y el arte que realiza, muchas veces por varias metáforas que
facilitan su entendimiento.
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