Lo que se ve representado en escena, a la hora de
apreciar una buena obra de teatro, por lo general nunca es lo que actores y
otros miembros de la puesta en escena sienten en ese momento, he aquí
el arte del teatro, lo que marca a un buen actor es su capacidad de
demostrar, dar a entender y transmitir sierras emociones y estados de ánimo, sea
cual sea el suyo propio.
Es en la mente de un actor en donde se lleva a cabo
una de los más interesantes procesos, al momento en que un actor
con sentimientos y emociones propias, tiene que reconciliarse con estas,
aceptarlas y dejarlas salir de su ser para dar paso a las emociones del
personaje que está a punto de
representar y poder por un cierto tiempo dejar de ser, pensar y actuar como él mismo
para poder convertirse en alguien más en
escena.
Para llevar a cabo la siguiente investigación sobre
todo lo que pasa dentro de la mente de un actor o actriz a la hora de
interpretar un personaje, se han realizado diversas entrevistas y encuestas a
selectos miembros de el grupo Teatral y de difusión cultural
del tecnológico de Monterrey campus Zacatecas:
Tal como realizar una danza o baile en grupo, el
teatro requiere de una inmensa capacidad de control del cuerpo, aunque no lo
parezca se requiere de fuerza, resistencia, elegancia y delicadeza. En la mayoría de las
actuaciones, al interpretar a un personaje no lo haces desde la comodidad de tu
cama o un sofá, por lo general te encuentras en un hambriento
hostil y peligroso dependiendo en mayor parte de la calidad de la utileria con
la que se cuenta, en varias ocaciones está
no está bien puesta
o es frágil por lo tanto es difícil hacer
una buena interpretación.
Recuerdo en una ocasión en la que
estaba representando la obra de teatro "embrujada" y mi papel era el
principal, de la bruja malvada del oeste, mi papel era uno de los más complejos
pues se trataba de por sí sobre una
chica con temor, desconfianza y algunos traumas de la infancia sin resolver,
por lo tanto actuar como tal me era terriblemente difícil.
En esta obra compuesta de dos actos de
aproximadamente 45 minutos cada uno, tuve uno de los momentos más
complicados a lo largo de toda mi carrera. Justo en la escena previa al
intermedio, en la que mi personaje una bruja que hasta el momento había sido la
persona más buena y amable del mundo, sin embargo con muchos
problemas para relacionarse con la sociedad, había ido al
encuentro del mago de oz, conocido por su inteligencia, grandeza e inmejorables
habilidades para la magia, tan solo en busca de respuestas, ayuda y aceptación.
Después de
haberse encontrado con el mago, mi personaje, elphaba, se encontraba en una
terrible decepción puesto que el mago que hasta ahora había sido su
gran admiración y fuente de esperanza, además de su
maestra y tutora la señora
morrible quien le había apoyado y
dado palabras de aliento para continuar con con
estudios en el arte de la magia, resultaron ser nada más y nada
menos que traidores, de malas intenciones y obscuros deseos que no solo no tenían la
intención de apoyar a elphaba si no que además deseaban
utilizar su extrema habilidad para la magia pera beneficios propios.
Estos dos últimos
personajes causantes de la transformación de
elphaba, deseaban hacer uso de su magia con la finalidad de mantener al pueblo
de oz atemorizado y concentrado en las grandes amenazas y de este modo no
dedicarse al desarrollo de la ciencia, al crecimiento de sus ciudades y mucho
menos a la investigación o
cuestionamiento sobre el supuesto Pedregal invencible del mago de oz.
En el momento en el que elphaba, nuestra
protagonista, se da cuenta de tal farsa no puede series tiro más y trata
de huir del castillo del mago de oz, en el cual se encuentra, sin embargo los
guardias del castillo tienen la estricta indicación de no
dejar ir a la señorita ya conocedora de los obscuros objetivos del
mago y sus grandes mentiras, además de que ya
se le ha hecho creer al pueblo de oz que esta muchachita es de terribles
intenciones y deseadora del mal de todo aquel que se le acerque.
Dado a esta situación elphaba se ve en la necesidad de intentar un
hechizo nunca antes hecho por ningún mago o
bruja, que consta en la imposible idea de desafiar la gravedad. Con un viejo e
ilegible libro de hechizos, elphaba intenta lograr volar para poder escapar de
los guardias que la persiguen, aunque como era de esperarse su plan no sale del
todo bien puesto que en vez de lanzar el hechizo sobre sí
misma, elphaba comete un error y termina hechizando una escoba que se
encontraba en el cobertizo donde ella se refugiaba.
Ya sin tiempo, paciencia ni capacidad mágica para
volver a intentar el hechizo, elphaba se monta sobre la escoba voladora que ha
hechizado y de este modo logra escapar de los guardias que para este punto ya
tienen prisionera a su compañera y amiga
guinda.
Todo a lo largo de esta complicada escena lo que yo
como actriz tuve que hacer fue interpretar el complejo papel que se ma había sido
asignado, correr de un lado a otro del escenario, cargar con un pesado libro de
"hechizos", sostener un micrófono con
una mano, decir mis diálogos
fuertes y claros con la otra, mantenerme al pendiente de las indicaciones que
se me estaban siendo dadas desde el fondo del teatro, utilizar un grande y
pesado vestido negro, lidiar con la comezón que el
maquillaje produce, además de
mantenerme al pendiente de las acciones de mis compañeros
actores, cantar una difícil y
potente canción, y además subir una
escalera que, para terminar más graciosa
la historia, estaba bastante floja y estuvo a punto de caer en más de una
ocasión al piso.
Como pueden ver, el ser actriz, a pesar de lo que
aparenta, en realidad es una profesión muy
complicada para la que se ocupan muchas habilidades físicas,
coordinación, agilidad mental, y concentración para
poder siempre ser capaz de ofrecer un buen espectáculo al público sin
importar todas las adversidades e imprevistos que se puedan dar en escena.
En otra ocasión estaba
presentando una obra de teatro escrita, dirigida y actuada por el grupo de
teatro privado al que asistía, como era
un grupo privado tan solo un pequeño grupo de
niños y adolescentes de entre 7 y 13 años pertenecía a él y tenía
oportunidad de participar en sus representaciones. Uno de los personajes que
incluía la obra era un mago.
En el estreno de esta obra de teatro, teníamos el
teatro lleno y todos estábamos bajo
mucha presión pues era el estreno además de que
era la primera representación extensa
que hacíamos en presencia de un público tan
extenso, en especial el compañero que tenía el papel
del mago se encontraba muy nervioso y recuerdo que en una de las escenas del
final, en el que él tenía que dar
las indicaciones finales para que el grupo de elfos a su mando pudiera vencer
en una batalla, el olvido sus diálogos
Era un muy mal momento para olvidar los diálogos, además de que
sus diálogos eran de vital importancia para el correcto
desarrollo del final de la obra. Me vi en una situación
desesperada y lo único que pude hacer en ese momento fue improvisar, O
por lo menos eso fue lo único que
pareció una buena
idea en mi pequeña mente de niña de 8 años.
Al final el muchacho representando al mago invento
unas nuevas indicaciones que no tenían nada que
ver con las que venían en el
libreto, y todos seguimos sus indicaciones a base de improvisación e imaginación. Aunque
al momento me sentí demasiado
nerviosa, al terminar la obra me reí como pocas
veces en la vida.
Es llenador, satisfactor, amable, cálido, y
excitante la sensación que te
deja un buen espectáculo. Al
finalizar, al bajar del escenario y volver a entrar en cuenta del torbellino de
emociones que pasan por tu cuerpo, estás cansado
como pocas veces en tu vida, te duelen los músculos y te
sientes muy agitado, pero el orgullo que sientes, la satisfacción, es de lo
más placentero que he sentido en toda mi vida.
No hay sentimiento más halagador
que el que te viene al pecho en el momento en que un miembro del público,
conocido o no, se te acerca al final de la obra que has presentado, solo para
decirte que le ha gustado tu trabajo, y que quisiera sacarse una foto contigo.
Sin duda alguna la primera vez que eso me sucedió
fue un momento que cambio mi vida, la chica que me pidió
la foto me dio las gracias, pero quien le estaba agradecida era yo.
Recuerdo que en esa ocasión iba
completamente pintada de verde, tanto cara como brazos, espalda, hombros y
cuello. Así que mi
apariencia era un tanto exótica. También llevaba
un color labial con un tono rojo intenso y una fuerte sombra morada en las
pestañas. Recuerdo que un par de niñas se
acercaron al finalizar la obra, muy muy emocionadas y me pidieron una foto. En
verdad a un principio no lo podía creer,
ese instante quedo grabado en mi memoria.
Ese momento infundió
en mí el más intenso
sentimiento que perdura en mi ser, es ese algo que me hace querer explotar
cuando siento la adrenalina correr por mis venas, como la pasión que
siente un deportista en el campo de juego, un artista por su arte, un escritor
por las letras.
El teatro se ha vuelto como una parte de mi, algo
que crías, como un hijo del cual tienes que cuidar pero te
hace sentir tan feliz que vale la pena; lo ves crecer con el tiempo y volverse
más demandante a la vez que da resultados más
impresionantes, te contagia de su alegría y te da
la oportunidad de convertirte en quien tú
quieras.
Al estar en el escenario puedes vivir las más grandes
aventuras de todo el mundo sin peligro alguno, tan solo disfrutando del paseo,
y haciendo que los sucesos ocurran con tu propia voluntad, el teatro es único, mágico
transporta tanto a actores, actrices y espectadores al lugar, época,
situación y sentimientos que deseen.
Por: Ximena Montes de Oca
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